Un día de otoño cualquiera. El ciclista se encuentra en el andén, junto al tren del que acaba de bajar. Es alto y grueso, de tez pálida y barba entrecana; la nariz aguileña y la frente despejada, por su aspecto se diría que ha superado los cincuenta.
Monta en su bicicleta y se dirige al centro; junto al ayuntamiento se detiene y hace algunas fotos. A la izquierda se encuentra la iglesia de Santiago, justo al frente el edificio del ayuntamiento y, a la derecha, una hermosa plaza con terrazas repletas de jóvenes madres que acaban de deshacerse de sus retoños a la puerta del colegio. Se sienta y pide el desayuno al camarero.
Sobre la mesa; un café humeante y una tostada con aceite, antes de empezar a desayunar manipula el GPS hasta seleccionar la ruta a seguir: de Totana por Aledo hasta Lorca. Ruta planteada por nuestro amigo Jesús Rueda para el proyecto Transmurciana.
Abandona la población por un camino asfaltado en el que cada vez escasean más las viviendas. El tiempo es sereno, los campos muestran un aspecto delicado sin los rigores del verano. Huele a otoño. A un lado del camino las enredaderas desparraman sus flores rojas, al otro, altas parras sostienen pálidos racimos de uvas.
El camino se torna solitario, sereno, desde algún lugar llega el rumor sordo de un tractor, los ladridos de un perro llegan amortiguados por la lejanía. De pronto un pinchazo. No hay problema.
Cambia el viajero la cámara. La maldita bomba no funciona. Bombea como un poseso sin conseguir meter nada de aire a la rueda. La bomba no responde. La desmonta y echa un buen salivazo a la zapata. Nada.
Llegan unos paisanos y les pide ayuda, le ofrecen el milagroso tres en uno. Pero nada. Le sugieren que espere, que va a venir una hormigonera y quizás pueda ayudar. Esperan. Cuando llega, desmonta de nuevo la bomba y le echa dentro un buen pegote de grasa, negra y pringosa. Bombea con entusiasmo pero la maldita bomba sigue sin funcionar.
El viajero está un poco arto y decide abandonar. Da las gracias y regresa por donde ha venido, esta vez andando. Pasa el tiempo y llega a la altura de un contenedor junto al camino; tira en él la bomba, la cámara, y está a punto de tirar hasta la bicicleta, pero se reprime y sigue caminando.
Pasa junto a una casa en la que hay varias personas en el porche. Piensa que quizás tengan una bomba que funcione. Pregunta y tiene suerte; un muchacho, también ciclista, dispone de lo necesario y dan aire a la rueda sin más problemas. El viajero está de enhorabuena, podrá regresar sobre la bicicleta y no andando junto a ella.
Llevaba años sin pinchar, la bomba sin usar y para una vez que la necesita no logra hacerla funcionar. La solución, pasar por la tienda y comprar una nueva. Hoy ya no hará el recorrido propuesto y lo deja pendiente para otro día
Esta de nuevo el viajero en el mismo lugar donde pincho la vez anterior. El día es nuboso, ventoso y frío. Ya no cuelgan los racimos de las parras, pero el romero esta en flor igual que en otoño, en cambio el tiempo es más desapacible.
La pista asciende junto a la rambla de los Molinos con unas vistas de Aledo que bien merecen el esfuerzo. Bonita rambla ésta con sus múltiples molinos.
Se dirige ahora el viajero al Oeste, entre campos de labor hacia el paraje de los Allozos, dejando Sierra Espuña a su espalda. Lleva la vista puesta en las lejanas sierras de Lorca y más allá aún, en las de María y los Vélez. Al norte las sierras del Madroño, Pedro Ponce y Cambrón. Más lejos las de Lavia y el Burete. La Tercia al Sur.
Paraje solitario y frío, cómodo para la bicicleta. Ya se insinúa el descenso hacia el valle del Guadalentín. Esparto y campos de labor dominan el paisaje, algún pino solitario pone la nota discordante.
Se suceden casas de labor abandonadas y alguna cantera, aumenta el tráfico pesado, Lorca aparece al fondo. Cruza el viajero la carretera de Caravaca para entrar en un desolador paraje; las minas abandonadas de azufre.
Baja el viajero ahora paralelo a la Serrata en dirección al cauce del Guadalentín. Ya en el río, toma cauce abajo, hacia el barrio de San Cristóbal y San Diego. Ya es hora de que regrese a su casa, pero como no llega a tiempo de coger el tren, no le queda más remedio que amenizar la espera con un buen bocadillo de salchicha y unas cervezas bien frías, más que nada para llevar una buena hidratación.
Murcia, ocho de marzo de 2011, mi cumpleaños y día de la mujer.
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